El primer robot cinematográfico es María, protagonista de la película muda alemana Metrópolis (1927), dirigida por el director de origen austríaco Fritz Lang (1890-1986), que adaptaba junto a su esposa Thea von Harbou (1888-1954) el libro escrito por ella misma. La película acontece en 2026, en una gran ciudad dividida en dos grupos antagónicos que se acaban enfrentando alentados precisamente por el robot de María, que tendrá un papel muy importante en el desenlace al promover los disturbios.
Mary Shelley planteaba en 1818 que los seres creados se pueden volver incontrolables y, consecuentemente, la posibilidad de que se rebelen. En cambio, el escritor Isaac Asimov (1920-1992) planteaba en sus relatos cortos publicados durante la década de los años cuarenta que los robots eran seres creados por humanos que podían actuar directamente sobre su comportamiento y, por lo tanto, introduciendo la posibilidad de limitar la posibilidad de que pudiera hacer daño a un ser humano. Los dilemas de las propias leyes y las contradicciones de las evidencias (por ejemplo, cuando el único sospechoso de un asesinato es un robot), fue una fuente de inspiración para sus relatos cortos y sus novelas. Es, sin duda, el escritor con una mayor contribución a la robótica, y por varios motivos.
Asimov inventó la palabra «robótica» y cerebro «positrónico», y tuvo una gran influencia en la ficción, con adaptaciones de su obra en series de televisión y películas, o, directamente homenajeado sin citarlo, como el propio robot Robby de Planeta prohibido (1956), donde en más de una escena se alude a las leyes de la robótica de Asimov sin mencionarlas.
También hay que destacar que uno de sus personajes más importantes es la Dra. Susan Calvin, que apareció por primera vez en un relato corto publicado en 1941, y que más tarde se convirtió en un personaje recurrente y trascendente. La Dra. Calvin era especialista en «robopsicología», cuya función, básicamente, consistía en potenciar la antropomorfización robótica, es decir, conceder formas y cualidades humanas a un robot para que parezca cada vez más una persona, una especialidad de gran actualidad hoy en día. Una científica pionera en una tecnología tan sofisticada y con un papel muy destacado… y además en positivo (no es una «Bad doctor»).
-¿QUÉ IMPORTANCIA DAS A LOS ROBOTS DE STAR WARS Y A LOS DE BLADE RUNNER? ¿QUÉ SUPUSIERON EN SU MOMENTO Y QUÉ INFLUENCIA TUVIERON EN EL GÉNERO?
Los robots C-3PO y R2-D2 fueron los primeros que realmente eran personajes secundarios relevantes, y, con el tiempo, han sido los únicos que han aparecido en todas las películas de la saga Star Wars. Por primera vez en el cine les veíamos interactuar y hablar entre ellos con habilidades sociales similares a los humanos: tenían miedo, eran bromistas y sarcásticos, mostraban empatía y relación de amistad con sus seres queridos, todo ello muy difícil de conseguir con inteligencia artificial. Se anticiparon décadas a la realidad y consiguieron que nos preocupáramos en la sala de cine si les hacían daño… ¡«daño» a un robot!
En cambio, Blade Runner (1982), dirigida por Ridley Scott, entronca con una versión más moderna del moderno Prometeo propuesto por Mary Shelley. En este caso se plantea directamente la idea de crear seres artificiales en el laboratorio directamente como adultos (robots biológicos, sin duda), que, genéticamente tienen sus capacidades aumentadas desde un punto de vista físico (son más fuertes, más rápidos, más resistentes). Ante el peligro que puedan revelarse, como si de la criatura de Frankenstein se tratara, deciden poner una fecha fija de caducidad de cuatro años para controlar el riesgo. El debate moral y ético que plantea es inconmensurable y, en cierta manera, nos está preparando para un futuro no muy lejano.
-¿QUÉ RELACIÓN TIENE EL LIBRO CON LA EXPOSICIÓN QUE COMISARIASTE EN EL SALÓN DEL CÓMIC DE 2011?
Pues tiene una gran relación, prácticamente se podría decir que
fue el detonante de ocho años de investigación sobre el tema y de poder realizar varias exposiciones más y numerosos artículos y conferencias sobre el tema. Cuando en mayo de 2011, el entonces director del Salón Internacional del Cómic de Barcelona,
Carles Santamaría, me propuso comisariar una exposición sobre los robots en el cómic le contesté inmediatamente que no funcionaría, que el concepto de «robot» es el resultado de muchas disciplinas artísticas y que no tenía sentido pensar en un proyecto titulado «Los robots en el cómic», o «Robots de papel», por ejemplo.
El título final fue «Robots en su tinta» que, por un lado, lo ligaba con los cómics (por el término «tinta»), y, por otro lado, hacía un paralelismo con el plato de cocina «arroz en su tinta» (que me sirvió de inspiración mientras lo comía en un restaurante), que evoca a un plato con un exquisito resultado partiendo de varios ingredientes muy diferentes entre sí y tratados cada uno de ellos de forma particular.
Han pasado siete años (se inauguró en la primavera de 2012), y todavía hay personas que me felicitan por aquella exposición. Se pudieron contemplar autómatas, robots industriales, de servicio y de investigación que ni tan solo hoy en día son fáciles de ver. Fue la exposición más grande realizada hasta aquella fecha en Europa sobre robots y, especialmente, sobre robots en la ficción, con un recorrido de los robots más destacados en la literatura, el cine y los cómics. Más tarde, el concepto expositivo ha sido más o menos repetido en muchas ocasiones en varios países. En Londres, en 2016, presumían de una exposición de robots utilizando en los pósters de publicidad la imagen de uno de los robots que expuse en 2012 en el salón del cómic, cuatro años antes. A veces no valoramos lo que tenemos hasta que no lo vemos fuera, hecho por otros.
Esa edición fue la primera vez que el salón superó los 100.000 visitantes (llego hasta 105.000, con los pasillos bloqueados en muchos momentos por la cantidad de gente que había), y me queda el recuerdo de ver la exposición abarrotada de gente continuamente durante los cuatro días. Tengo numerosas fotos con cientos de personas disfrutando de los trabajos de numerosos dibujantes que colaboraron con obras realizadas para la ocasión, y de las diferentes actividades organizadas en varios escenarios. El domingo por la tarde a última hora nos comimos un pastel gigante en forma de robot del que se hicieron 2000 raciones, con una gran cantidad de niños y niñas haciendo cola para comerse su trozo pertinente.
Hay que decir que todas las personas, empresas, organizaciones y universidades que colaboraron en la exposición lo hicieron todas de forma desinteresada. Recuerdo que teníamos un robot industrial de una tonelada dibujando sin parar los cuatro días, con colas enormes esperando a recibir un dibujo realizado por un robot. Llegamos a aumentar la velocidad del robot para poder atender a todos los que querían llevarse su dibujo. Insuperable. Inolvidable.
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En muchas ocasiones, en las charlas y entrevistas particularizo el discurso en función de lo que me piden, los robots se pueden explicar de muchas maneras. Si me preguntas en concreto por mis robots favoritos el primero de ellos, por fin, ya lo puedo mencionar, y es Visión, miembro de Los Vengadores en el universo de superhéroes de Marvel. Y digo por fin porque no ha aparecido en una película de imagen real hasta Vengadores: la era de Ultrón (2015), y esperamos con ansia la nueva serie anunciada en que será uno de los protagonistas. Llevaba cuarenta años leyendo cómics sobre Vision y me emocioné al verlo en pantalla grande, siempre me pareció el más «humano» de todos los superhéroes.
También me gustaría destacar la película Alita: Ángel de combate (2019), que creo que es una de las grandes producciones de este año. Basada en el manga homónimo de Yukito Kishiro, en mi libro la describo como un ejemplo de poshumana, una evolución de la raza humana capaz de integrar la parte biológica con una estructura artificial y conseguir una inmortalidad aparente, que en la película cifran en doscientos años.
Por un tema generacional, en los setenta me impresionaron los robots de Star Wars. Yo tenía once años y cuando salí del cine y quería saber construir todo lo que salía en la película: naves, robots, armas, vehículos, lo que fuera… y hacerlas de verdad, que funcionaran.
En los ochenta me impresionaron cuatro películas. 2001: Una odisea del espacio (1968), por el papel omnipresente del ordenador HAL en la nave, y de su reacción a la defensiva, para salvarse él mismo y la misión encomendada en secreto, en cierta manera HAL se convierte en humano cuando empieza a matar a humanos. Alien, el octavo pasajero (1979), por no darme cuenta que los robots pueden estar a nuestro lado sin que sepas que es en realidad un robot. Blade Runner (1982), la película que más veces he visto en el cine, que impresiona por su diseño artístico y perdura por su mensaje filosófico. Terminator (1984), no solamente por la historia o la producción, sino por el hecho de pasar miedo ante un robot que era implacable, que parecía indestructible, aparentemente, y que, una vez indicada una misión, nada lo pararía hasta conseguir llevarla a cabo.
En los noventa me impresionó muchísimo Matrix (1999), tanto por la estética audiovisual tan revolucionaria e innovadora, como por el papel de la tecnología. Me pareció de una gran modernidad plantear la posibilidad de cómo los humanos podemos acabar siendo la fuente de energía de los ordenadores del futuro.
Del siglo XXI me gustaría destacar la película Robo-G (2012), una película desconocida que no se ha llegado a estrenar ni distribuir y que pude ver en el Sitges-Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya. Es una película que retrata las relaciones humanas en la sociedad de hoy en día y, en especial, el trato y respeto que otorgamos a nuestros mayores. Un actor jubilado es contratado para hacerse pasar por un robot en un concurso y el azar lo convierte en un héroe… en un héroe robótico, claro.
Por último, me gustaría destacar algunos robots que aparecen de forma muy sutil en muchas películas y que no tienen ninguna importancia en la trama pero que a mí me fascinan. Por ejemplo, en la magnífica serie The Americans (2013-2018), que cuenta las vicisitudes de espías soviéticos integrados en la sociedad americana en los años ochenta, vemos imágenes en las oficinas del FBI en las que aparece un robot automático que reparte el correo postal y los paquetes por el edificio, imagino que siguiendo un recorrido prefijado y con sensores para pararse en caso de encontrar un obstáculo. Otro ejemplo, en la película Mute (2018), dirigida por Duncan Jones, hay una escena en que se aprecia cómo se abre la ventana del comedor, entra un dron, deja un paquete de comida, se va, y se cierra de nuevo la ventana, sin que tenga nada que ver con la historia o lo que estaban haciendo los protagonistas en ese instante, que estaban al otro lado de la vivienda. Me parece una escena maravillosa, un detalle casi imperceptible y un ejemplo de un servicio que algún día tendremos.
Hablar de robots «ridículos» es complicado, porque hasta el más esperpéntico puede emocionarte, y las formas tienen una razón de ser aunque nos sorprenda su diseño final. Pero si me permites destacar uno solamente, podría justamente destacar al robot protagonista de una de las mejoras películas de robots: A. I. Inteligencia Artificial (2001), dirigida por Steven Spielberg. El actor Haley Joel Osment que interpretaba al niño robot adoptado y, posteriormente, abandonado, no pestañea en toda la película, tal y como le había pedido expresamente que hiciera el mismo Spielberg, favoreciendo esa sensación de criatura artificial. En cambio, a nivel científico, cuando diseñas un robot que quieres que tenga inteligencia emocional, la expresión de la cara en general y pestañear en particular, es fundamental, es lo primero que haces. Pero se lo perdonamos. Gran película.
-¿EN QUÉ PROYECTOS TRABAJAS AHORA? ¿EXPOSICIONES? ¿LIBROS?
Pues ya puedo anunciar que
llevo dos años trabajando en una gran exposición sobre la robótica y la inteligencia artificial producida por el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (
MUNCYT) sito en Alcobendas. El equipo de comisarios lo formamos tres personas de diferentes especialidades, y hemos contado con un equipo técnico y artístico excelente en el diseño de la misma. Espero que se inaugure en los próximos meses, y
se podrá visitar durante un año en la sede del Museo. Estaremos mucho tiempo, espero, hablando de robots.
Por otro lado, justo ahora estoy acabando mi siguiente libro, que tiene que ver con mi actividad de divulgación de la historieta. Llevo muchos años realizando charlas en escuelas, institutos, bibliotecas y diversos lugares en los que me encuentro con personas que no leen de forma habitual cómics ni tienen ningún tipo de conocimiento sobre su historia, características, autores u obras, así que estoy trabajando en un texto que, de forma sencilla y atractiva, les introduzca en este particular universo y les entren ganas de leer cualquier tipo de publicación gráfica, sin ningún tipo de prejuicio.
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